Por
Dr. Prof. Raúl A. Montenegro, Biólogo
Profesor  titular de Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba.  Presidente de la Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) y Premio  Nóbel Alternativo 2004 (RLA, Estocolmo, Suecia).
Japón tiene 55 centrales nucleares, 14 de ellas localizadas en la zona afectada por el  terremoto  y el tsunami ocurridos a mediados de marzo. Once enfrentaron problemas y  seis sufren situaciones extremadamente graves, en particular Fukushima  Daiichi. Para entender porqué Argentina no está exenta de tener un  accidente nuclear nivel 7 en la escala INES [1] –el peor posible- y  porqué sus ciudadanos no están preparados para enfrentarlo, haremos un  breve recorrido por las realidades nucleares de Japón, Alemania y  nuestro país. Si los gobiernos de la nación y algunas provincias no  aprenden la lección de Fukushima estaremos condenados a repetir sus  mismos errores. Solo que después de grandes accidentes nucleares no  suele haber una segunda oportunidad.  
Japón
Antes  del terremoto del 11 de marzo de 2011, las autoridades nucleares de  Japón y los operadores privados (entre ellos TEPCO, responsable de  Fukushima I) consideraban que las centrales de Fukushima I, Fukushima  II, Onagawa y Tokai podían resistir terremotos y tsunamis de máxima  intensidad. Ese día a las 14:46 JST (tiempo estándar de Japón) se  produjo en la costa nordeste un terremoto con 8,9 grados de intensidad  en la escala de Richter. A las 15:41 llegó el tsunami. En Fukushima I  funcionaban los reactores 1, 2 y 3 (no así las unidades 4, 5 y 6, fuera  de servicio). En Fukushima II los reactores de potencia 1, 2 y 3, en  Onagawa otros tres reactores y en Tokai la unidad II, cuya unidad I ya  fue desmantelada. Todos ellos, pero muy especialmente los reactores de  Fukushima I, colapsaron. Comenzó entonces la creciente fuga de  materiales radiactivos al ambiente, que continúa en este momento.  También se iniciaron evacuaciones masivas en las comunidades más  cercanas. Por primera vez en la historia nuclear de la humanidad se  accidentaron varios reactores al mismo tiempo. Originalmente la  situación de Fukushima se asimiló a un evento nuclear nivel 4 en la  escala del INES (que va de 0 a 7), pero a medida que se agravaba la  cadena de sucesos se alcanzaron los grados 5 y 6 y muy posiblemente el  temido nivel 7. El mismo nivel de Chernobyl. 
Las  centrales nucleares del nordeste japonés no resistieron la fuerza del  terremoto y del tsunami. Pese a las reiteradas garantías de seguridad  que históricamente declamaron la autoridad nuclear de Japón y los  operadores privados, las estructuras, funcionamiento y dispositivos de  emergencia de los reactores colapsaron. Se potenciaron entonces entre sí  numerosas crisis: destrucción masiva, mortandad, miles de heridos,  redes viales deterioradas, interrupción en el suministro de combustible,  electricidad y alimentos, problemas de transporte, comunicaciones  defectuosas y réplicas intermitentes del terremoto, que todavía  continúan. La preparación de la sociedad civil para enfrentar  terremotos, tsunamis y accidentes tecnológicos explica porqué no hubo  centenares de miles de muertos en una de las regiones más densamente  pobladas del planeta. La sociedad respondió pero no sucedió lo mismo con  las autoridades nucleares del gobierno, quienes –en las últimas  décadas- no lograron advertir que concentrar muchos reactores nucleares  sobre superficies pequeñas y cercanas a grandes centros poblados era un  despropósito, sobre todo en un país que soportó históricamente fuertes  terremotos y tsunamis. Lo curioso es que siendo el único país de la  Tierra donde la insensatez de un enemigo hizo estallar dos bombas  nucleares sobre población inocente, Japón desarrollara la misma  tecnología que generó las bombas "Little Boy", a base de Uranio 235, y "Fat Man", con Plutonio 239.     
Alemania 
La  canciller alemana Angela Merkel reaccionó con rapidez ante la tragedia  humana, ambiental y tecnológica de Japón. El 15 de marzo de 2011 aplazó  por tres meses la extensión de la vida útil de 17 reactores nucleares, y  un día después paralizó "temporalmente" las 7 centrales más antiguas de  Alemania. Tomó esta decisión aunque el país no tenga riesgo de grandes  terremotos ni tsunamis [2]. Decisiones similares están siendo adoptadas  en distintos países. Hasta el 17 de marzo de 2011, 10 de los 31 países  que poseen reactores nucleares de potencia anunciaron la paralización de  nuevos proyectos y dispusieron una profunda revisión de su seguridad.  
Argentina 
Contrariamente  a lo sucedido en Alemania, donde se adoptó una rápida medida  preventiva, el Gerente de Relaciones Institucionales de la Comisión  Nacional de Energía Atómica (CNEA), Gabriel Barceló, descartó que lo  ocurrido en Japón pueda suceder en Argentina pues nuestro país "usa una diferente tecnología y además no estamos en zona sísmica"  [3]. Esta aseveración es incorrecta. Las tecnologías son diferentes  pero los materiales radiactivos que se manejan son igualmente peligrosos  y los sismos –por otra parte- no son la única causa de accidente  nuclear. Cualquier reactor puede sufrir un accidente nivel 7.  
Ese máximo accidente "posible" puede ser el resultado de varios factores, aislados o que actúan en forma simultánea. 
Primero,  actividad sísmica. La central de Embalse en Córdoba está localizada  sobre la falla de Santa Rosa, en una región donde ya se han registrado  movimientos sísmicos importantes: magnitud 5,5 e intensidad VII en 1947 y  magnitud 6,0 e intensidad VIII en 1934. La "falla del frente occidental  de la Sierra Chica" se extiende desde Carlos Paz hasta Berrotarán y  Elena. Su potencial para generar sismos es desconocido. En la región  también se encuentra la falla de Las Lagunas, cercana a Sampacho  –localidad destruida por un sismo en 1934- que llega hasta Río Cuarto  [4]. 
Segundo, fallas humanas. El  30 de junio de 1983 la central nuclear de Embalse sufrió un grave  incidente que no llegó a descargar material radiactivo al ambiente. Pero  delató “fallas en el diseño, errores en los documentos y procedimientos, y desaciertos en la organización interna”.  Este crudo diagnóstico está contenido en un documento del IRS, oficina  de las Naciones Unidas con sede en Austria que centraliza los informes  sobre incidentes. La CNEA, además de mantenerlo en secreto, tardó tres  años en comunicar lo sucedido al IRS. Recién se conoció cuando la  revista Der Spiegel, que tuvo acceso a 250 informes secretos, lo publicó en Alemania en 1987. 
Tercero,  fallas técnicas. Los reactores Candu tienen fallas inherentes a su  diseño que explican por ejemplo las numerosas descargas de agua pesada  radiactiva descargadas al lago de Embalse. Por ejemplo, febrero-marzo de  1986, agosto de 1987, septiembre de 1987, diciembre de 1987, diciembre  de 1995 y octubre de 2003 [5]. Los Candú son particularmente sensibles a  ciertos tipos de accidentes [6]. 
Cuarto,  impacto de avión comercial de gran porte por accidente o acto  terrorista contra el reactor o contra el depósito de combustible nuclear  agotado. 
Es  importante señalar que Embalse tiene dos sitios extremadamente  peligrosos, uno muy protegido por "barreras de ingeniería", el corazón  del reactor, y otro menos protegido estructuralmente, el depósito de  combustible nuclear agotado. Allí están depositadas las barras de  descarte, altamente radiactivas, que se produjeron durante sus 28 años  de operación (1983-2011). Al final de su vida útil estaría acumulando  más de 120.000 barras que mantienen su peligrosidad durante 1.000 a  1.500 siglos. La situación en Atucha I es similar. Si un Boeing 767  impactara contra esos depósitos, el combustible nuclear se fragmentaría y  los residuos radiactivos, transportados en altura por la corriente  convectiva del incendio, podrían diseminarse. El viento generaría  sucesivas "plumas de contaminación" o nubes. Chernobyl y Fukushima han  mostrado que esta contaminación puede afectar zonas muy extensas,  incluso a gran distancia de los reactores accidentados [5].
Embalse y Atucha I liberan rutinariamente materiales radiactivos 
Las  centrales nucleares de Argentina solo son controladas por la Autoridad  Regulatoria Nuclear (ARN) cuyos miembros siempre mantuvieron estrechas  relaciones con CNEA y NASA (Nucleoeléctrica Argentina S.A.), que opera  los dos reactores. Los gobiernos de las provincias de Córdoba y Buenos  Aires –por otra parte- no controlan adecuadamente los reactores  nucleares de  Embalse y Atucha I, ni preparan a las  poblaciones locales para el "peor accidente posible" (nivel 7 del INES).  Además de la liberación accidental de materiales radiactivos  –usualmente no informadas a la población- ambos reactores descargan  rutinariamente una larga lista de radioisótopos al ambiente. 
Embalse por ejemplo libera al lago, entre otros, Tritio  3, Zirconio 95, Cesio 137 y 134, Estroncio 90, Cromo 51, Niobio 95,  Cerio 141 y 144, Gadolinio 153, Iodo 131, Rutenio 106 y 103, Cobalto 60,  Antimonio 125, Bario 140, Manganeso 54, Plata 110 M, Zinc 65 y Curio  51. El aire –en tanto- recibe Tritio 3, Xenón 133, Xenón 135, Kriptón  85, 85 M y 88, Niobio 95, Zirconio 95, Cerio 144, Rutenio 103. Cerio  141, Antimonio124 y 125, Cobalto 60, Hierro 59, Plata 110m y Iodo 131.  Todos son de riesgo y dado que algunos tienen vidas medias largas como  el Tritio 3 (12,3 años), el Cesio 137 (30,1 años), el Estroncio 90 (28,7  años) y el Cobalto 60 (5,2 años) es muy posible que se hayan acumulado  en las cadenas alimentarias del lago y del suelo. El Cesio 137,  químicamente similar al potasio, ingresa por ejemplo en tejido muscular y  el Estroncio 90 –similar al calcio- en tejido óseo. Dado que el  gobierno de la provincia de Córdoba no controla a NASA –la operadora de  la central- se ignora lo que está sucediendo. En Atucha I –donde las  principales descargas se vuelcan al río Paraná- la situación es  parecida.
A nivel de radiación ionizante no hay niveles inofensivos 
La  radiación ionizante emitida por los materiales radiactivos es dañina  para las células, tejidos y organismos vivos. Incluso la exposición a la  radiación natural de fondo, relativamente baja, implica riesgos.  Cualquier aumento de ese fondo aumenta la posibilidad de efectos  negativos. Cada ciudadano debe saber que biológicamente ningún umbral de  radiactividad es seguro. Maurice Errera de la Universidad de Bruselas  lo expresa muy claramente: “todo aumento de radiación, por pequeño  que sea, es susceptible de incrementar la incidencia de enfermedades  hereditarias o del cáncer”. El descubrimiento del efecto Petkau  cambió la historia del impacto sanitario. Hoy sabemos que las pequeñas  dosis de radiación también pueden afectar a las células vivas y su  material genético (ADN), y generar cáncer. La radiación actúa de dos  formas, directamente cuando las partículas Alfa y Beta y los rayos Gamma  alcanzan las células vivas. Indirectamente cuando los átomos  "impactados" por esa radiación pierden sus electrones, y éstos actúan  como si fueran balas dañinas sobre otras células y sus respectivos  materiales genéticos. Los efectos de la radiación, sin embargo, suelen  aparecer bastante tiempo después de la exposición. La radiación  ionizante, que no tiene olor, ni se ve, ni se toca, enferma y mata en  silencio [5].      
Córdoba, con más Tritio radiactivo que Buenos Aires
En  Córdoba, el lago de Embalse recibe los mayores impactos de la central  nuclear de Embalse. Además de las varias decenas de materiales  radiactivos que descarga rutinariamente la central, su circuito  terciario sobrecalienta las aguas del lago en más de 3 grados  centígrados. Uno de los radioisótopos críticos que vuelca es el Tritio  3, cuya vida media es de 12,43 años. Los habitantes de Embalse, por  ejemplo, consumen agua potable con 220 becquerelios por litro de Tritio  3. Para la CNEA este valor está “por debajo” de sus límites.  Pero  para la Directiva 98/93 de la Comunidad Europea, aprobada el 3 de  noviembre de 1998, el límite aceptable para agua potable es 100  becquerelios por litro. ¿Porqué un habitante de Embalse debe consumir  agua con 500 veces más Tritio 3 que un habitante de Buenos Aires o Roma,  sabiendo lo que hoy sabemos sobre el efecto de las pequeñas dosis? CNEA  y otras oficinas federales minimizan esta realidad pero sin dar cifras  [7]. 
En Argentina la población no está preparada para enfrentar accidentes nucleares 
En  Embalse y Atucha I, las tres instituciones nucleares de Argentina, ARN,  CNEA y NASA, organizan simulacros de accidente nuclear "menor"  solamente en un radio de 10 kilómetros alrededor de cada reactor  nuclear. Su plan de evacuación de personas se limita, en cada caso, a 3  kilómetros alrededor de las plantas. Fukushima y Chernobyl muestran  hasta qué punto estas distancias son insignificantes. Tokio, que se ha  estado preparando para reducir la exposición a residuos radiactivos  transportados por aire, está ubicada a 224 kilómetros de Fukushima. En  Chernobyl la contaminación radiactiva alcanzó lugares situados a 700  kilómetros de distancia e incluso más lejos.     
De  allí que en Argentina millones de personas queden marginadas de los  sistemas de prevención. Nunca se elaboraron planes ciudadanos con  consignas para que cualquier poblador de las ciudades de Río Cuarto o  Villa María en Córdoba, o de Rosario en Santa Fe, o de la ciudad de  Buenos Aires sepan cómo actuar ante el peor accidente posible. Ni  siquiera se han acordado tareas conjuntas con Uruguay para que sus  ciudadanos también estén preparados. CNEA se limita a decir que la  probabilidad de accidente nuclear es baja y que la tragedia de Fukushima  no podría ocurrir en nuestro país. 
Al  excluir la mayor parte de la población de las consignas de seguridad,  las autoridades nucleares de Argentina cometen un error social trágico.  Para evitar eventuales críticas y temores prefieren no preparar a la  población que vive más allá del radio de los 10 kilómetros alrededor de  Embalse y Atucha I. 
Pero  ellos no son los únicos responsables. Los gobiernos de la provincias  potencialmente afectadas por un accidente nuclear nivel 7 en la escala  del INES –ya sea en Embalse o Atucha I- también siguen mirando para otro  lado. El caso de Córdoba es particularmente grave. La Fundación para la  defensa del ambiente (FUNAM) le entregó al gobernador Juan Schiaretti,  en noviembre de 2010, un Plan Ciudadano con consignas para que los  pobladores sepan cómo actuar ante un accidente nuclear. A la fecha  (marzo de 2011) el gobernador nunca respondió. De allí que FUNAM esté  analizando la posibilidad de accionar judicialmente contra el gobernador  y haya decidido, unilateralmente, distribuir públicamente el Plan  Ciudadano.
Las limitaciones de las pastillas de Iodo
Durante  los accidentes nucleares suelen liberarse cantidades importantes del  radioisótopo Iodo 131, que tiene una vida media de 8,1 días [8]. Al  igual que todos los materiales radiactivos es una sustancia cancerígena.  Por eso se distribuyen pastillas de Iodo estable (no radiactivo) entre  la población. Al saturarse la glándula tiroides y estar la persona  expuesta al Iodo 131 radiactivo, la glándula no lo fija y el  radioisótopo se elimina, mayoritariamente, por orina y materia fecal. Lo  que no explican con claridad las autoridades nucleares es que las  pastillas de Iodo solo sirven para detener las formas radiactivas del  Iodo. No ayuda a eliminar el Cesio 137 ni el Estroncio 90 ni ninguno de  los otros materiales radiactivos descargados durante un accidente  nuclear. Tampoco "absorbe" la radiación. Debido a esta confusión muchas  personas creen que tomando pastillas de Iodo quedan protegidas de todos  los materiales radiactivos y de la radiación, lo que no es cierto.     
Argentina ya tuvo su accidente grado 4 en la escala del INES
Argentina  figura en los listados de accidentes nucleares importantes debido al  grave accidente que ocurrió en el reactor de investigación RA-2 en el  Centro Atómico Constituyentes, en Buenos Aires (CAT). El 23 de  septiembre de 1983 estaba realizándose allí un experimento que requería  cambiar la configuración del "corazón" del reactor. Se produjo entonces  una "excursión crítica" (reacción fuera de control) que expuso al  operador a 2.000 rad de radiación Gamma y 1.700 rad de neutrones, lo que  produjo su muerte dos días después. Otras 17 personas ubicadas fuera de  la habitación del reactor recibieron dosis que variaron entre 35 rad  (0,35 Gy) y menos de 1 rad (0,01 Gy). Este accidente fue calificado como  nivel 4 en la escala del INES [5].   
En  Argentina debe revisarse el programa nuclear y someterse a revisión  independiente los sistemas de seguridad de sus reactores de potencia y  experimentales. Propuestas.
En  nuestro país están definiéndose obras que ponen en peligro sanitario y  ambiental vastas regiones geográficas y ciudades muy pobladas. Esto se  debe a la gran movilidad de los contaminantes atmosféricos en caso de  accidente con descarga masiva de radioisótopos. En Japón las sustancias  radiactivas eliminadas desde Fukushima están llegando a Tokio, la ciudad  más poblada del planeta (con 35,8 millones de habitantes), que se  encuentra a 224 kilómetros de distancia. 
En  Argentina el gobierno nacional alienta la consolidación de un "parque"  de reactores en Lima en la provincia de Buenos Aires que integra, en la  actualidad, Atucha I (en operación), Atucha II (en construcción) y el  CAREM 25 (en construcción). Es intención del gobierno nacional agregar  además la proyectada Atucha III. El ya antiguo reactor de Atucha I se  encuentra a 120 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y próximo a  ciudades del Uruguay. Si ocurriera un accidente nivel 7 afectaría  potencialmente a la Argentina, Uruguay y posiblemente parte del sur de  Brasil. Las "plumas" de contaminación radiactiva podrían alcanzar  Uruguay por aire y por agua (río Paraná, río de la Plata). Entre las  localidades uruguayas con ubicación crítica se encuentran Fray Bentos,  Mercedes, Dolores, Carmelo y Colonia.   
En  la provincia de Córdoba los gobiernos nacional y provincial tomaron la  decisión de extender la vida útil de la central nuclear de Embalse por  25 años violando, abiertamente, la ley provincial de Ambiente 7.343, el  decreto provincial 2.131 sobre Evaluación de Impacto Ambiental y la ley  Nacional de Ambiente 25.675, que prevé la realización de Audiencias  Públicas. Esta decisión –pese a la oposición pública y los reclamos de  FUNAM, iniciados en 2005- ignoró por completo a los ciudadanos de la  provincia. 
De  sumarse la vida útil ya cumplida, el tiempo que aún queda de operación  (2011-2012) y la extensión (25 años) se sobrepasa el medio siglo de  funcionamiento. Esto aumentaría los riesgos de accidente del reactor,  pese a la renovación de partes, pues funcionaría con muchos elementos  antiguos e impactados. Crecería además el efecto negativo de sus  descargas radiactivas al ambiente (rutinarias, accidentales), en  particular sobre el lago de  Embalse y el río Ctalamochita,  pues se incrementaría la acumulación de radioisótopos de larga vida  media. En caso de accidente nivel 7 debe recordarse que Embalse dista  apenas 35 kilómetros de Río Tercero, 86 kilómetros de Alta Gracia, 110  kilómetros de Río Cuarto y 120 kilómetros de Córdoba, la segunda ciudad  más poblada de Argentina. 
Al  noreste del país, la nación y el gobierno de Formosa pretenden instalar  junto al río Paraguay un reactor CAREM de 150 MW. Se desconocen los  estudios de impacto ambiental y no ha habido consultas públicas. Este  reactor es experimental pues nunca antes se construyó en forma completa  un CAREM 150. Solo hubo pruebas de la unidad crítica que violaron en su  momento la legislación de la provincia de Río Negro (1997) y se está  construyendo un prototipo, el CAREM 25, en Lima (Buenos Aires). En caso  de accidente nivel 7 en la escala del INES podrían verse afectados el  noreste de Argentina y Paraguay. Resulta llamativo que los gobiernos de  la Argentina y Formosa sigan adelante con este proyecto experimental sin  haber consultado previamente al gobierno de Paraguay y sin que se  conozca la posición de los paraguayos. Una eventual pluma de  contaminación que se extendiera por el río Paraguay podría afectar  además las provincias de Chaco y Corrientes, e incluso otros lugares  ubicados aguas abajo (después de la confluencia Paraguay-Paraná).     
En  plena democracia el gobierno de la Nación y algunos gobiernos  provinciales vuelven a repetir la mecánica autoritaria de los gobiernos  militares, principales impulsores del programa nuclear.   
Argentina  debe replantear su costoso programa nuclear en base a debates amplios e  informados y consultas públicas, en particular porque la nación impulsa  –unilateralmente- la consolidación del primer parque de reactores  nucleares de América Latina en Lima (Buenos Aires) cuando Fukushima  mostró, dramáticamente, lo peligroso que resulta concentrar en una misma  localidad varios reactores nucleares ubicados –además- a distancia  crítica de grandes centros poblados. 
Urge  suspender la extensión de la vida útil de la central nuclear de Embalse  e investigar administrativa y judicialmente porqué se decidió dicha  extensión sin respetar las leyes y sin audiencia pública. También debe  suspenderse la construcción del reactor CAREM de Formosa, un proyecto  que ignoró a los ciudadanos del nordeste de Argentina y al Paraguay.  
Asimismo  debe someterse a revisión externa la seguridad de todas las  instalaciones nucleares, no solamente reactores (centros atómicos,  planta de enriquecimiento de uranio, minas de uranio sin remediar,  Dioxitek etc.), y encarar estudios ambientales y epidemiológicos  independientes para conocer los impactos negativos que ya provocaron las  actividades nucleares sobre los ecosistemas y la salud. Para ello será  necesario convocar a universidades, centros de investigación y  organizaciones de la sociedad civil. En este contexto debe analizarse la  viabilidad y seguridad de Atucha II y del CAREM 25. Finalmente, las  actividades nucleares de Argentina no pueden seguir siendo fiscalizadas  por un organismo como la Autoridad Regulatoria Nuclear, que ha mostrado  vínculos profesionales, técnicos y políticos con la propia CNEA y NASA. 
Nuestro  país necesita Planes Ciudadanos para que las distintas comunidades  puedan reaccionar adecuadamente ante accidentes nucleares. Es preciso  revisar además los actuales simulacros para que incluyan el peor  accidente posible (nivel 7 en la escala del INES). 
Argentina  debe desarrollar una Política Energética de Estado en base a la  participación de los gobiernos, de los partidos políticos y de distintos  actores no gubernamentales para generar un programa de largo plazo que  no aísle la cuestión energética del ambiente, de la propia sociedad y  del escenario mundial. En este enfoque las conductas de ahorro, las  tecnologías sustentables y las fuentes blandas deben tener prioridad. No  puede ser que las decisiones e inversiones en materia energética sean  decididas en Argentina desde un ministerio nacional, grandes intereses  corporativos y una total ausencia de consulta. Lo que debe quedar claro  es que Argentina no debe fabricar la trampa en que ya cayó Francia,  donde más del 80% de la energía eléctrica que se consume es de origen  nuclear. Además de numerosas alternativas energéticas y fuentes blandas  (eólicas, solares, fotovoltaicas, de biomasa residual, etc.) existe la  estrategia del ahorro energético, insuficientemente desarrollada en  nuestro país. Todas estas alternativas son más baratas y menos  peligrosas que la nuclear, y no dejan residuos radiactivos que por su  larga vida media comprometen la salud y el ambiente de futuras  generaciones. No es razonable que reactores nucleares con vidas útiles  de apenas 30 años generen grandes volúmenes de residuos que siguen  siendo radiactivos durante 1.000 a 1.500 siglos. 
Depender  de una tecnología absurdamente cara y peligrosa en lugar de consolidar  matrices energéticas variadas y más sustentables es suicida. Japón  –víctima de ese suicidio- le acaba de asestar un golpe durísimo al mito  nuclear, mito que nació del militarismo, la sospecha y la corrupción.
Si  los ciudadanos e instituciones no logramos romper la tradición de  hermetismo, secreto y autoritarismo con que se edificó el fastuoso  programa nuclear de Argentina –que apenas provee del 5 al 6% de la  energía eléctrica- entonces deberemos prepararnos para resistir sus  impredecibles efectos colaterales. No olvidemos que un solo accidente  nuclear grave puede hacer colapsar durante décadas y siglos una región  entera. Fukushima está más cerca de lo que creemos.
Referencias
    [1]  INES, Escala Internacional de Eventos Nucleares. El grado 6 fue  asignado por la Autoridad de Seguridad Nuclear de Francia (El País,  Madrid, 15 de marzo de 2011).
    [2]  En Europa las instituciones nucleares tienen una posición muy crítica  sobre los accidentes ocurridos en Japón. El Comisario europeo de  Energía, Günther Öttinger calificó como "fuera de control" la situación en Fukushima (El País, Madrid, 16 de marzo de 2011). 
    [3]  "CNEA: en Argentina no podría pasar lo que sucede en Japón". Noticia de  la Agencia TELAM, 14 de marzo de 2011. La aseveración de G. Barceló es  técnicamente incorrecta pues Argentina tiene zonas sísmicas. 
    [4]  Estas fallas están siendo estudiadas por la Universidad Nacional de Río  Cuarto. El geólogo Guillermo Sagripanti –a cargo de los estudios-  expresó que la zona de Río Cuarto "es sísmicamente activa". Ver La Voz del Interior (Córdoba), 15 de marzo de 2011 y diario Puntal (Río Cuarto) 16 de marzo de 2011. 
    [5] Montenegro, R.A. 2007. "The nuclear programme of Argentina and the creation of nuclear-free zones for reducing risks of nuclear facilities". In: "Updating International Nuclear Law", Eds. H. Stockinger, J. Van Dyke, M. Geistlinger, S. K. Fussek y P. Marchart, Ed. NW Verlag, BMW Berliner Wissenschaftsverlag & Intersentia, Wien-Graz, pp. 259-284.
    [6] El reactor nuclear  Candú de Embalse tiene problemas que le son propios: 1) Mayor  probabilidad de pérdida de agua pesada desde el circuito primario dada  la complejidad de su tubería. 2) El reaprovisionamiento de combustible  mientras continúa funcionando el reactor introduce factores adicionales  de riesgo. 3) Las sucesivas fallas y roturas de los tubos de presión  está relacionada con la misma aleación de Zirconio-Niobio utilizada en  las tuberías de Chernobyl. 4) La combinación de uranio natural-agua  pesada tiene serias implicancias en materia de seguridad. El coeficiente  de reactividad es positivo, de allí que cualquier accidente que  ocasione la pérdida de refrigerante pueda acarrear escape de energía. 5)  El uso de agua pesada genera grandes cantidades de Tritio 3 radiactivo,  y el uso generoso de Zirconio en el núcleo tiene como consecuencia un  elevado potencial de reacción Zirconio-vapor de agua. 6) No está  diseñado para soportar los peores accidentes que involucran extensas  reacciones de Zirconio-vapor de agua, explosiones de hidrógeno y vapor  de agua, y ruptura de las modalidades comunes de los ciclos de  enfriamiento primarios y secundarios dentro de la contención.
    [7]  Según datos de la Autoridad Regulatoria Nuclear (1998) los valores de  Tritio 3 en aguas del Embalse de Río Tercero, en Córdoba, son 32 a 520  veces más altos que los medidos en el río Paraná en inmediaciones de  Atucha I. Las cifras de Tritio 3 en el agua potable que consumen los  pobladores de Embalse, en tanto, son 34 a 367 veces más altas que las  registradas en agua subterránea (potable) de pozos situados 5 kilómetros  al sur de Atucha I (provincia de Buenos Aires). Ver [5].
    [8]  Cada material radiactivo tiene una vida media observada. Cuando se dice  que el Iodo 131 tiene una vida media de 8,1 días implica lo siguiente:  si tengo 100 gramos de Iodo 131 a los 8,1 días quedará la mitad, es  decir 50 gramos; a los 16,2 días la mitad de la mitad, 25 gramos, y así  sucesivamente.  
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