Marzo 03 de 2011
Por Silvio González (Prensa Latina *)
La Habana, (PL) El tema de los suicidios masivos espontáneos en los animales, no sólo es enigmático sino que durante distintas etapas de la humanidad dio rienda suelta a nuestra imaginación.
Cuando un perro se esconde para esperar su muerte sin sufrir ninguna enfermedad, cuando ballenas o delfines encallan misteriosamente en las playas, entonces aparece la necesidad imperiosa en todos por tratar de explicar este tipo de extraña actitud, señala el canal televisivo Discovery.
Y puede que parezca absurdo, pero lo cierto es que este enigma es tan antiguo como nuestra propia existencia en este planeta.
En la antigua Roma se consideraba que los suicidios de los animales eran naturales y hasta nobles y pensaban que eran los caballos los animales que con más frecuencia sufrían esta misteriosa tendencia.
Aristóteles contaba la historia de un caballo que se lanzó de un abismo después que descubrió que fue engañado por sus dueños y tuvo que embarazar a su propia madre.
Ese incidente ancestral fue interpretado de muchas maneras durante largo tiempo por diversos teólogos cristianos y muchos académicos de la época Victoriana.
De pronto y durante varios siglos el análisis de los suicidios en los animales comenzó a ignorarse mientras que en círculos religiosos aparecieron posiciones como la de Santo Tomás de Aquino que planteaba: "El suicidio no sólo es pecaminoso en los humanos, sino también totalmente imposible en los animales".
En 1845 el diario London News publicó un curioso y dramático comentario sobre un perro canadiense que intentó ahogarse en repetidas ocasiones hasta que finalmente lo logró sin que nunca sus amos pudieran darle una convincente explicación a este extraño acontecimiento.
En la Inglaterra del siglo XIX, cuando Charles Darwin probó que los humanos son resultado de la evolución de animales inferiores, ocurrió de pronto la aparición de sociedades humanitarias, se amplió el vegetarianismo y las personas adquirieron un mayor número de mascotas.
A partir de ese acontecimiento de nuevo comenzaron a publicarse artículos sobre el tema del suicidio de animales.
El historiador de la Universidad de Manchester Duncan Wilson escribió en la revista británica Endeavour que:
"Tal parece que las personas que hablan sobre los suicidios masivos de animales lo hacen con la intención de evocar una mayor simpatía para la defensa de aquellos animales que son maltratados o que viven en condiciones pésimas de cautiverio".
Wilson está convencido que existe un sentimiento natural en todos los seres sean o no humanos a intentar protegerse unos a otros, con la ilusión de que esa actitud benefactora los hará sobrevivir ante cualquier peligro.
Pero lo que nunca se ha enfocado con precisión por ninguno de los principales investigadores y expertos en la materia es si los animales espontáneamente son capaces de quitarse la vida en un momento determinado agobiados por alguna circunstancia desconocida.
Tomas Joiner, psicólogo de la Universidad de la Florida, en su nuevo libro "Mitos sobre el Suicidio" unifica por primera vez las tendencias suicidas de todas las criaturas vivas y señala:.
"En todos los casos los seres vivos de la naturaleza se plantean la interrogante y hacen el calculo de sí es mejor seguir vivo, o buscar la muerte"
Argumenta Joiner que desde las bacterias hasta los insectos sopesan ese tipo de asunto".
El escritor Jonathan Safran Foer, en su nuevo libro titulado "Comiéndonos a los Animales" señala que no tenemos que equiparar a los mismos con los humanos solamente con el fin de tratarlos con decencia y respeto, sino sencillamente reconocer que ellos se merecen esas atenciones.
El 17 de mayo de 1965, quinientas ovejas se arrojaron a las aguas de río Rin en Chur, en Suiza.
Algunos piensan que se trató de un incidente aterrador y otros aseguran que lo ocurrido en realidad fue que un perro mordió al líder del rebaño quien al huir cayó al agua, lo que fue imitado automáticamente por el resto de los animales.
El 14 de enero de 1970 más de 150 ballenas, orcas y delfines, se vararon inexplicablemente en la costa de La Florida.
Mientras que muchos ayudaban a devolverlos al agua, observaron que tan pronto eran puestos allí regresaban obstinadamente a la playa a morir, contradiciendo la teoría de que habían encallado al perder el rumbo en su migración.
El 8 de enero de 1979 en la ciudad de pescadores de Mulege, en la costa del golfo de Baja California, aparecieron nada menos que 56 cachalotes muertos de hasta 20 metros de largo y 50 toneladas de peso.
Llamativamente se habían colocado en la playa uno al lado del otro para morir.
¿Son estos incidentes auténticos casos de suicidios o no?
Se ha visto como redores se lanzan en masa a las aguas heladas del Ártico para morir sin ningún tipo de justificación, a bandadas de grillos africanos ahogándose intencionalmente en el mar y a manadas de ciervos emprender una inexplicable marcha para morir de sed en el desierto.
Entonces es cuando la duda nos deja perplejos ante este tipo de suceso misterioso aún inexplicable.
Tal vez tendremos que sacar nuevas conclusiones sobre el paralelismo entre el auge de suicidios de personas en las ciudades y la cifra de este tipo de muertes entre los animales, o será que el medio ambiente está seriamente afectado por la civilización, cuestiona el profesor británico Edmmund Ramsden.
(*) El autor es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.
La Habana, (PL) El tema de los suicidios masivos espontáneos en los animales, no sólo es enigmático sino que durante distintas etapas de la humanidad dio rienda suelta a nuestra imaginación.
Cuando un perro se esconde para esperar su muerte sin sufrir ninguna enfermedad, cuando ballenas o delfines encallan misteriosamente en las playas, entonces aparece la necesidad imperiosa en todos por tratar de explicar este tipo de extraña actitud, señala el canal televisivo Discovery.
Y puede que parezca absurdo, pero lo cierto es que este enigma es tan antiguo como nuestra propia existencia en este planeta.
En la antigua Roma se consideraba que los suicidios de los animales eran naturales y hasta nobles y pensaban que eran los caballos los animales que con más frecuencia sufrían esta misteriosa tendencia.
Aristóteles contaba la historia de un caballo que se lanzó de un abismo después que descubrió que fue engañado por sus dueños y tuvo que embarazar a su propia madre.
Ese incidente ancestral fue interpretado de muchas maneras durante largo tiempo por diversos teólogos cristianos y muchos académicos de la época Victoriana.
De pronto y durante varios siglos el análisis de los suicidios en los animales comenzó a ignorarse mientras que en círculos religiosos aparecieron posiciones como la de Santo Tomás de Aquino que planteaba: "El suicidio no sólo es pecaminoso en los humanos, sino también totalmente imposible en los animales".
En 1845 el diario London News publicó un curioso y dramático comentario sobre un perro canadiense que intentó ahogarse en repetidas ocasiones hasta que finalmente lo logró sin que nunca sus amos pudieran darle una convincente explicación a este extraño acontecimiento.
En la Inglaterra del siglo XIX, cuando Charles Darwin probó que los humanos son resultado de la evolución de animales inferiores, ocurrió de pronto la aparición de sociedades humanitarias, se amplió el vegetarianismo y las personas adquirieron un mayor número de mascotas.
A partir de ese acontecimiento de nuevo comenzaron a publicarse artículos sobre el tema del suicidio de animales.
El historiador de la Universidad de Manchester Duncan Wilson escribió en la revista británica Endeavour que:
"Tal parece que las personas que hablan sobre los suicidios masivos de animales lo hacen con la intención de evocar una mayor simpatía para la defensa de aquellos animales que son maltratados o que viven en condiciones pésimas de cautiverio".
Wilson está convencido que existe un sentimiento natural en todos los seres sean o no humanos a intentar protegerse unos a otros, con la ilusión de que esa actitud benefactora los hará sobrevivir ante cualquier peligro.
Pero lo que nunca se ha enfocado con precisión por ninguno de los principales investigadores y expertos en la materia es si los animales espontáneamente son capaces de quitarse la vida en un momento determinado agobiados por alguna circunstancia desconocida.
Tomas Joiner, psicólogo de la Universidad de la Florida, en su nuevo libro "Mitos sobre el Suicidio" unifica por primera vez las tendencias suicidas de todas las criaturas vivas y señala:.
"En todos los casos los seres vivos de la naturaleza se plantean la interrogante y hacen el calculo de sí es mejor seguir vivo, o buscar la muerte"
Argumenta Joiner que desde las bacterias hasta los insectos sopesan ese tipo de asunto".
El escritor Jonathan Safran Foer, en su nuevo libro titulado "Comiéndonos a los Animales" señala que no tenemos que equiparar a los mismos con los humanos solamente con el fin de tratarlos con decencia y respeto, sino sencillamente reconocer que ellos se merecen esas atenciones.
El 17 de mayo de 1965, quinientas ovejas se arrojaron a las aguas de río Rin en Chur, en Suiza.
Algunos piensan que se trató de un incidente aterrador y otros aseguran que lo ocurrido en realidad fue que un perro mordió al líder del rebaño quien al huir cayó al agua, lo que fue imitado automáticamente por el resto de los animales.
El 14 de enero de 1970 más de 150 ballenas, orcas y delfines, se vararon inexplicablemente en la costa de La Florida.
Mientras que muchos ayudaban a devolverlos al agua, observaron que tan pronto eran puestos allí regresaban obstinadamente a la playa a morir, contradiciendo la teoría de que habían encallado al perder el rumbo en su migración.
El 8 de enero de 1979 en la ciudad de pescadores de Mulege, en la costa del golfo de Baja California, aparecieron nada menos que 56 cachalotes muertos de hasta 20 metros de largo y 50 toneladas de peso.
Llamativamente se habían colocado en la playa uno al lado del otro para morir.
¿Son estos incidentes auténticos casos de suicidios o no?
Se ha visto como redores se lanzan en masa a las aguas heladas del Ártico para morir sin ningún tipo de justificación, a bandadas de grillos africanos ahogándose intencionalmente en el mar y a manadas de ciervos emprender una inexplicable marcha para morir de sed en el desierto.
Entonces es cuando la duda nos deja perplejos ante este tipo de suceso misterioso aún inexplicable.
Tal vez tendremos que sacar nuevas conclusiones sobre el paralelismo entre el auge de suicidios de personas en las ciudades y la cifra de este tipo de muertes entre los animales, o será que el medio ambiente está seriamente afectado por la civilización, cuestiona el profesor británico Edmmund Ramsden.
(*) El autor es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.
Fuente: Prensa Latina
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