¿Servicio Público o Servicio para Pobres?
Por la Dra. Marta Dobry
Para que no haya confusiones aclaramos que cuando hablamos de servicio público nos estamos refiriendo al servicio a cargo del Estado. Y ése es el objetivo que perseguimos: lograr que el Estado deje de matar perros y gatos y se haga cargo de brindar servicio. Decidimos elaborar este trabajo al comprobar que está muy difundida la idea de que el servicio público veterinario (se trate de esterilizaciones o de atención clínica o quirúrgica de otros tipos) debe dirigirse sólo a los sectores carenciados, es decir, a quienes no pueden pagar a un veterinario privado.
Esta idea parte de 2 premisas falsas:
1ª premisa: "animal = lucro para su dueño"
Los veterinarios fueron "formados" en la convicción de que su profesión es esencialmente privada, tal vez porque en otros tiempos quienes ingresaban a esa Facultad lo hacían para dedicarse a aumentar el rendimiento de los animales de consumo pertenecientes a sus familias ganaderas. Es decir, el trabajo de los veterinarios contribuía a aumentar las ganancias de quienes explotaban comercialmente a esos animales. Y hoy, cuando el "mercado" laboral de los veterinarios en su mayor parte –y fundamentalmente en zonas urbanas- tiene que ver con los animales de compañía, trasladan mecánicamente la idea anterior y siguen viendo a animales y personas en los mismos términos de "animal = ganancia para su dueño". Si bien esto es cierto cuando se trata de quienes utilizan a los perros y gatos para reproducción con fines lucrativos, en la inmensa mayoría de los casos este concepto es totalmente falso.
2ª premisa: "animal de compañía = artículo suntuario"
Igualmente falsa es la premisa de que tener perros o gatos es un lujo, y cuando se parte de una premisa falsa, todo desarrollo posterior resulta equivocado. Es así como a algunos se les ocurren esas ideas "brillantes", como considerar que si alguien quiere tener una "mascota" debe estar obligado a pagar una patente, algún impuesto, su atención veterinaria… como si se tratara de un automóvil, por el cual su dueño debe pagar patente, seguro, servicio mecánico, etc.
Pero la realidad demuestra otra cosa, y es que quienes tienen animales de compañía no los tienen como artículo de lujo, y como prueba de esto podemos citar una encuesta de hogares, un muestreo probabilístico realizado por el Club de Animales Felices en la Ciudad de Buenos Aires en 1994, que abarcó a 409 hogares porteños con animales. Esta encuesta arrojó muchos resultados interesantes, entre los cuales están los siguientes: de todas las personas que tienen perros, sólo un 23% lo adquirió por compra; y de todas las personas que tienen gatos, sólo un 1,5% lo compró. De hecho, muchas personas que tienen animales los recogieron de la calle, es decir, que esas personas "cargan" con las consecuencias de las malas políticas municipales… ¡y los municipios, encima, pretenden obligarlas a pagar!
Ya identificadas estas 2 ideas falsas, debemos tener presente que lo más peligroso es que estos prejuicios están arraigados en muchos sectores de la sociedad, incluyendo a funcionarios, legisladores, y –lo que es peor aún- muchas personas del ámbito del proteccionismo. Tenemos que contribuir a que estos conceptos falsos sean desterrados, y -para lograrlo- primero tenemos que estar convencidos nosotros mismos.
Detengámonos unos momentos para formularnos unas pocas preguntas, que nos darán la base para desarrollar algunos conceptos: ¿Quién es el destinatario del acto profesional de un veterinario? ¿El paciente? ¿O el cliente?
Siempre nos llamó la atención esta "confusión" que tienen muchos entre ‘el paciente’ y ‘el cliente’… Porque resulta que el que necesita la atención profesional es el paciente (y no el cliente). Y –casualmente- el paciente de los veterinarios (como el de los pediatras) siempre es carente de recursos.
¿Por qué muchos veterinarios hacen esa extraña mezcla? ¿O será que para ellos un animal adquiere la jerarquía de "paciente" sólo cuando tiene detrás a un "cliente"?
El servicio público para animales debe ser justamente eso: servicio público. Es decir, que debe estar dirigido a todos y no solamente a los sectores carenciados.
Un estudio realizado en 1984 por la Municipalidad de Charlotte, Carolina del Norte, E.E.U.U., llega a esta misma conclusión. Es más: asegura que cuando los Programas de este tipo establecen limitaciones por un criterio de ingresos, están introduciendo un factor que va en contra del éxito de la tarea.
Aquí exponemos 6 importantes razones que fundamentan la afirmación de que el servicio debe ser para todos:
1) Por una cuestión ideológica, que determina que el servicio público debe ser precisamente eso: público.
2) Porque –al igual que en la medicina para humanos y en la educación- el hecho de que el hospital (o la escuela) sea sólo para pobres deriva inexorablemente en la existencia de dos medicinas (o de dos educaciones): la que es para los ricos y la que es para los pobres. La disminución en la calidad del servicio ocurre invariablemente cuando éste se limita a los sectores carenciados.
3) Porque no es sólo la gente que vive en las "villas" la que no puede pagar honorarios veterinarios.
4) Porque no parece muy digno que digamos que haya que humillar a la gente que quiera optar por el servicio público, haciéndole firmar –por ejemplo- una declaración jurada de ‘indigencia’.
5) Porque aquel animal cuyo propietario aun teniendo dinero para pagar la esterilización o la atención veterinaria privada, no está dispuesto a hacerlo, debe –igualmente- ser atendido. Y esto por dos razones: la 1ª, de orden ético, es que el paciente no puede pagar por su propia atención, ya que –obviamente- se trata de un animal, y si el dueño de este animal se niega a pagar, el perjudicado no resulta él mismo sino el paciente en cuestión. La 2ª razón es de orden práctico: ese dueño que no está dispuesto a pagar servicio veterinario privado, hará sufrir a toda la comunidad las consecuencias de que su animal no haya sido esterilizado (o asistido, si se tratara de un animal enfermo).
Cabe detenernos aquí, para recordar que –en la década del ’70, en plena epidemia de rabia- el Estado se planteó la necesidad de salir a vacunar animales gratuitamente. Pero los veterinarios privados se opusieron a esto. Forcejearon, y finalmente aceptaron que el Estado fuera a vacunar gratuitamente… pero sólo a las villas. Pero –así- la epidemia seguía sin poder controlarse, y como no sólo morían animales sino que moría gente (y los funcionarios se las estaban viendo "negras" con la situación), el Estado tomó la decisión política de salir a vacunar gratuitamente "puerta por puerta". Sólo así se logró terminar con la epidemia. La situación actual es análoga, pero ahora no muere gente sino "sólo" animales, por lo que el Estado es más proclive a ceder fácilmente frente a los intereses corporativos de los Colegios de veterinarios.
6) Y por último, nadie estará obligado a optar por el servicio público. La corporación veterinaria pretende que no haya posibilidad de elección, es decir, quiere que todos estén obligados a recurrir al sector privado. O sea: quieren ejercer su actividad en forma monopólica, manteniendo a toda la comunidad como clientela cautiva.
Muy por el contrario, lo que se reivindica al plantear un servicio público al que todos tengan derecho a acceder es que la gente tenga el derecho a elegir entre ambos. Y así como -aun quienes tienen medios económicos suficientes para recurrir a un médico privado o a la medicina pre-paga- tienen derecho a recurrir al hospital público, y así como quienes tienen medios económicos suficientes para enviar a sus hijos a escuelas o universidades privadas tienen derecho a enviarlos a los establecimientos públicos, los mismos criterios deben utilizarse en lo que a la salud de los animales se refiere.
Cabe destacar que la mayor parte de la gente que tiene esos medios económicos elige recurrir al sector privado, tanto en salud como en educación… Y seguramente lo mismo ocurriría con este tema (de hecho, también ese estudio de la Municipalidad de Charlotte comprobó que así era).
Por eso es que no se entiende por qué –entonces- muchos veterinarios tienen tanto miedo de que la gente tenga derecho a elegir…
¿Pensarán acaso que el servicio que prestan en sus consultorios privados es de tan baja calidad que –si la gente pudiera elegir- huiría masivamente de ellos?
Marta Dobry
Médica (integrante de la entidad CLUB DE ANIMALES FELICES)
Fuente: Vivan los animales
Por la Dra. Marta Dobry
Para que no haya confusiones aclaramos que cuando hablamos de servicio público nos estamos refiriendo al servicio a cargo del Estado. Y ése es el objetivo que perseguimos: lograr que el Estado deje de matar perros y gatos y se haga cargo de brindar servicio. Decidimos elaborar este trabajo al comprobar que está muy difundida la idea de que el servicio público veterinario (se trate de esterilizaciones o de atención clínica o quirúrgica de otros tipos) debe dirigirse sólo a los sectores carenciados, es decir, a quienes no pueden pagar a un veterinario privado.
Esta idea parte de 2 premisas falsas:
1ª premisa: "animal = lucro para su dueño"
Los veterinarios fueron "formados" en la convicción de que su profesión es esencialmente privada, tal vez porque en otros tiempos quienes ingresaban a esa Facultad lo hacían para dedicarse a aumentar el rendimiento de los animales de consumo pertenecientes a sus familias ganaderas. Es decir, el trabajo de los veterinarios contribuía a aumentar las ganancias de quienes explotaban comercialmente a esos animales. Y hoy, cuando el "mercado" laboral de los veterinarios en su mayor parte –y fundamentalmente en zonas urbanas- tiene que ver con los animales de compañía, trasladan mecánicamente la idea anterior y siguen viendo a animales y personas en los mismos términos de "animal = ganancia para su dueño". Si bien esto es cierto cuando se trata de quienes utilizan a los perros y gatos para reproducción con fines lucrativos, en la inmensa mayoría de los casos este concepto es totalmente falso.
2ª premisa: "animal de compañía = artículo suntuario"
Igualmente falsa es la premisa de que tener perros o gatos es un lujo, y cuando se parte de una premisa falsa, todo desarrollo posterior resulta equivocado. Es así como a algunos se les ocurren esas ideas "brillantes", como considerar que si alguien quiere tener una "mascota" debe estar obligado a pagar una patente, algún impuesto, su atención veterinaria… como si se tratara de un automóvil, por el cual su dueño debe pagar patente, seguro, servicio mecánico, etc.
Pero la realidad demuestra otra cosa, y es que quienes tienen animales de compañía no los tienen como artículo de lujo, y como prueba de esto podemos citar una encuesta de hogares, un muestreo probabilístico realizado por el Club de Animales Felices en la Ciudad de Buenos Aires en 1994, que abarcó a 409 hogares porteños con animales. Esta encuesta arrojó muchos resultados interesantes, entre los cuales están los siguientes: de todas las personas que tienen perros, sólo un 23% lo adquirió por compra; y de todas las personas que tienen gatos, sólo un 1,5% lo compró. De hecho, muchas personas que tienen animales los recogieron de la calle, es decir, que esas personas "cargan" con las consecuencias de las malas políticas municipales… ¡y los municipios, encima, pretenden obligarlas a pagar!
Ya identificadas estas 2 ideas falsas, debemos tener presente que lo más peligroso es que estos prejuicios están arraigados en muchos sectores de la sociedad, incluyendo a funcionarios, legisladores, y –lo que es peor aún- muchas personas del ámbito del proteccionismo. Tenemos que contribuir a que estos conceptos falsos sean desterrados, y -para lograrlo- primero tenemos que estar convencidos nosotros mismos.
Detengámonos unos momentos para formularnos unas pocas preguntas, que nos darán la base para desarrollar algunos conceptos: ¿Quién es el destinatario del acto profesional de un veterinario? ¿El paciente? ¿O el cliente?
Siempre nos llamó la atención esta "confusión" que tienen muchos entre ‘el paciente’ y ‘el cliente’… Porque resulta que el que necesita la atención profesional es el paciente (y no el cliente). Y –casualmente- el paciente de los veterinarios (como el de los pediatras) siempre es carente de recursos.
¿Por qué muchos veterinarios hacen esa extraña mezcla? ¿O será que para ellos un animal adquiere la jerarquía de "paciente" sólo cuando tiene detrás a un "cliente"?
El servicio público para animales debe ser justamente eso: servicio público. Es decir, que debe estar dirigido a todos y no solamente a los sectores carenciados.
Un estudio realizado en 1984 por la Municipalidad de Charlotte, Carolina del Norte, E.E.U.U., llega a esta misma conclusión. Es más: asegura que cuando los Programas de este tipo establecen limitaciones por un criterio de ingresos, están introduciendo un factor que va en contra del éxito de la tarea.
Aquí exponemos 6 importantes razones que fundamentan la afirmación de que el servicio debe ser para todos:
1) Por una cuestión ideológica, que determina que el servicio público debe ser precisamente eso: público.
2) Porque –al igual que en la medicina para humanos y en la educación- el hecho de que el hospital (o la escuela) sea sólo para pobres deriva inexorablemente en la existencia de dos medicinas (o de dos educaciones): la que es para los ricos y la que es para los pobres. La disminución en la calidad del servicio ocurre invariablemente cuando éste se limita a los sectores carenciados.
3) Porque no es sólo la gente que vive en las "villas" la que no puede pagar honorarios veterinarios.
4) Porque no parece muy digno que digamos que haya que humillar a la gente que quiera optar por el servicio público, haciéndole firmar –por ejemplo- una declaración jurada de ‘indigencia’.
5) Porque aquel animal cuyo propietario aun teniendo dinero para pagar la esterilización o la atención veterinaria privada, no está dispuesto a hacerlo, debe –igualmente- ser atendido. Y esto por dos razones: la 1ª, de orden ético, es que el paciente no puede pagar por su propia atención, ya que –obviamente- se trata de un animal, y si el dueño de este animal se niega a pagar, el perjudicado no resulta él mismo sino el paciente en cuestión. La 2ª razón es de orden práctico: ese dueño que no está dispuesto a pagar servicio veterinario privado, hará sufrir a toda la comunidad las consecuencias de que su animal no haya sido esterilizado (o asistido, si se tratara de un animal enfermo).
Cabe detenernos aquí, para recordar que –en la década del ’70, en plena epidemia de rabia- el Estado se planteó la necesidad de salir a vacunar animales gratuitamente. Pero los veterinarios privados se opusieron a esto. Forcejearon, y finalmente aceptaron que el Estado fuera a vacunar gratuitamente… pero sólo a las villas. Pero –así- la epidemia seguía sin poder controlarse, y como no sólo morían animales sino que moría gente (y los funcionarios se las estaban viendo "negras" con la situación), el Estado tomó la decisión política de salir a vacunar gratuitamente "puerta por puerta". Sólo así se logró terminar con la epidemia. La situación actual es análoga, pero ahora no muere gente sino "sólo" animales, por lo que el Estado es más proclive a ceder fácilmente frente a los intereses corporativos de los Colegios de veterinarios.
6) Y por último, nadie estará obligado a optar por el servicio público. La corporación veterinaria pretende que no haya posibilidad de elección, es decir, quiere que todos estén obligados a recurrir al sector privado. O sea: quieren ejercer su actividad en forma monopólica, manteniendo a toda la comunidad como clientela cautiva.
Muy por el contrario, lo que se reivindica al plantear un servicio público al que todos tengan derecho a acceder es que la gente tenga el derecho a elegir entre ambos. Y así como -aun quienes tienen medios económicos suficientes para recurrir a un médico privado o a la medicina pre-paga- tienen derecho a recurrir al hospital público, y así como quienes tienen medios económicos suficientes para enviar a sus hijos a escuelas o universidades privadas tienen derecho a enviarlos a los establecimientos públicos, los mismos criterios deben utilizarse en lo que a la salud de los animales se refiere.
Cabe destacar que la mayor parte de la gente que tiene esos medios económicos elige recurrir al sector privado, tanto en salud como en educación… Y seguramente lo mismo ocurriría con este tema (de hecho, también ese estudio de la Municipalidad de Charlotte comprobó que así era).
Por eso es que no se entiende por qué –entonces- muchos veterinarios tienen tanto miedo de que la gente tenga derecho a elegir…
¿Pensarán acaso que el servicio que prestan en sus consultorios privados es de tan baja calidad que –si la gente pudiera elegir- huiría masivamente de ellos?
Marta Dobry
Médica (integrante de la entidad CLUB DE ANIMALES FELICES)
Fuente: Vivan los animales
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