sábado, 14 de julio de 2012

Ecuador trata de salvar un animal único en peligro

El tapir de la montaña pierde habitat a un ritmo alarmante



ZOOLOGOS ECUATORIANOS capturan,
para estudiarlo,
un tapir de montaña en el
Parque Nacional Cayambe-Coca,
en la cuenca alta del río Papallacta,
de donde se obtiene el agua para Quito 
LEONARDO ARIAS / EFE

SUSANA MADERA / EFE
Quito -- Los tapires de la montaña, también conocidos como “jardineros del bosque” porque lo modifican a su paso, son responsables de gran parte del abastecimiento de agua de Quito, pero pese a semejante currículum están en peligro de extinción, según los especialistas.

Estos animales, emparentados con los rinocerontes, que pueden pesar hasta 550 libras, se alejan cada vez más, acosados por el avance de la ganadería, de las carreteras y de la cacería fuera de áreas protegidas en Ecuador.

Con sus voluminosos cuerpos abren senderos y permiten que se renueve la vegetación. Son también dispersadores de semillas, con lo que contribuyen a mantener la variedad de plantas, y a retener el el agua, de acuerdo con los estudiosos.

“Perderíamos el 50% del agua” de Quito, dijo el biólogo Armando Castellanos, para quien la situación de los tapires es “bien crítica” pues se aislan cada vez más en áreas restringidas de bosques nublados y páramos.

Tres entidades en Ecuador estudian a los tapires en busca de mecanismos para salvarlos: EcoCiencia, la Fundación Zoológica y el Grupo de Especialistas de Tapires.

Ellos han centrado su estudio en el Parque Nacional Cayambe-Coca, en la cuenca alta del río Papallacta, de donde sale el agua para Quito. Ahí hay unos 50 tapires, presume Castellanos, quien no se aventura a dar cifras nacionales.

Víctimas de la endogamia, por la escasa diversidad genética, los tapires son propensos a enfermedades y a bajas tasas de reproducción, que ya por naturaleza es lenta, puesto que el período de gestación es de trece meses y la cría pasa otros 18 meses junto a su madre.

La reproducción asistida es casi imposible pues una vez atrapados esos “escurridizos, tímidos y ariscos” animales suelen perecer en apenas dos semanas por el estrés, según Castellanos.

“Tendrían que morir un montón de animales hasta que uno se quede” y la situación es “tan crítica” que con que “muera uno o dos es algo irreparable ya”, dijo al comentar que esos animales también son víctimas de las enfermedades que transmiten los animales domésticos.

Lo sabe bien quien vio fallecer de rabia transmitida por un perro a un tapir al que había rescatado dos años antes, cuando aún era bebé.

“Ese hubiera sido un candidato (para reproducción en cautiverio). Hay un macho en Colombia, que se llama Pancho”, pero nada más, dijo.

Los tapires “no han cambiado casi nada desde la última glaciación, son unos fósiles vivientes”, según Castellanos, que ahora estudia a cinco de esos animales a través de collares satelitales.

Mantener esos collares cuesta $20,000 al año, una cifra alta, “pero la información no se puede comparar con nada”, dijo Castellanos quien quisiera replicar el mecanismo en otras zonas, pues los biólogos no conocen en detalle los hábitos del tapir del bosque.

Se sabe más del tapir del páramo, cuyos machos requieren por ejemplo unas 700 hectáreas para cumplir sus necesidades de vivir, reproducción, movimiento, buscar comida y agua, en tanto que la hembra necesita 200 hectáreas.

Se trata de animales que nacen con rayas blancas, pero a medida que crecen se tornan negros con pintas blancas en el hocico o en las puntas de las orejas, tienen trompa y comen todo el día con dos picos de actividad, de madrugada y casi noche, y hacen un descanso a mediodía.

Por la presión del ganado, prefieren vivir en pendientes de 45 grados y caminan aproximadamente un kilómetro y medio diario, aunque intentar atraparlos para ponerles los collares es “como detener untrailer desbocado”, relató Castellanos.

Los tapires no atacan a menos que se sientan acorralados. Son muy huidizos, tienen un olfato “increíble” que puede “ser 500 veces más poderoso que (el de) un perro”, tienen buena audición y una vista no muy sobresaliente, dijo.

Los estudios sobre esos animales, que algunas personas confunden con cerdos, buscan aportar información, entre otros fines, para que las autoridades elaboren políticas de protección, como un plan de manejo ganadero y busquen cómo interconectar los parques nacionales de Ecuador.

“Lo que hay que hacer es que la gente trabaje de lo que ya tiene. ¿Para qué seguir talando y talando?”, se preguntó Castellanos.

Fuente: El Nuevo Herald

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