La Lupa recorrió las instalaciones del zoológico municipal San Francisco de Asís para conocer a fondo esta vieja deuda que tienen las autoridades con este venerado espacio animal, al que concurren grandes y chicos por igual en distintas épocas del año.
Es fin de semana por la tarde y la familia santiagueña se apresta a distraerse un poco de la larga y agitada rutina semanal para salir a pasear un rato con sus hijos. Visitar nuestro zoológico puede ser una linda alternativa, pero no encantadora del todo. Grandes y chicos se asombran de las más variadas especies, pero no a todos les agrada contemplar el estado de los animales.
Según el diccionario, un zoológico es una institución que conserva una colección de animales silvestres, a través de la cual se tiene la oportunidad de aprender y tener contacto directo con los mismos, permitiendo así estimular la imaginación y la observación, además de enriquecer el pensamiento del público visitante.
Lamentablemente, el jardín zoológico municipal San Francisco de Asís, dista de ser un lugar que permita al público la admiración de nuestra fauna. Muchas veces, se ha dicho que Santiago por sus condiciones climáticas no es el lugar indicado para la exhibición de ciertas especies exóticas. Pero sumado a ello, el problema se agrava aún más, cuando recorremos los pasillos y los semblantes de los animales, junto al deterioro de la mayoría de las jaulas nos hablan de un zoológico municipal en estado lamentable.
En sus derruidas jaulas, los animales conviven del modo más bochornoso. Tal cual lo aseveran nuestras imágenes, encontramos por ejemplo una jaula con 8 yacarés pequeños que inexplicablemente comparten su espacio con un pato. “Calculo que dentro de poco tiempo estos yacarés van a necesitar un espacio más amplio, porque están creciendo a pasos agigantados y la pileta no da abasto”, nos comenta una de las personas citadas por nuestro medio, vinculada a una sociedad protectora de animales que no guió explicándonos sobre cada una de las problemáticas.
Sobre esta jaula en particular, nuestro invitado asombrado agrega: “Según tengo conocimiento, desde hace tres o cuatro meses que los yacarés conviven perfectamente con este pato. No lo atacan porque estos animales están acostumbrados a que se les de comer, por eso no le despierta su instinto de cazar”.
Mirar con otros ojos
A la vista de propios y turistas, nuestro zoológico representa una postal desagradable para Santiago. La falta de un espacio adecuado en cada una de las jaulas les imposibilita a los animales desplazarse con total normalidad, entonces, uno presupone que el encierro los pone muy depresivos. Seguramente, el libro de quejas (que no apareció durante nuestra visita) podrá servir para recabar las impresiones de la gente, así los responsables y profesionales competentes tomen riendas en el asunto.
El recorrido por las jaulas sigue siendo muy preocupante, y nos topamos con que muchas de ellas se encuentran sin techo, o tienen a medias un simple resguardo que cubre una parte de la jaula, con telas donde ingresa mucho la luz del día y no les permite el descanso. El personal de vigilancia parece no controlar lo que la gente arroja a las jaulas. Entre sus narices, niños y grandes tiran desde trozos de frutas, golosinas y envases de botellas para despertar la atención del animal. “Por lo menos una vez por semana deberían desinfectarse las jaulas”, agrega la voz que nos acompaña.
En este zoológico es común ver a animales que comparten su celda. En una de ellas, más de 40 tortugas se entremezclan en un diminuto espacio junto con las gallinas.
Y en otra jaula, existe una gran cantidad de aves que no están bajo techo y por lo tanto no tienen como guarecerse de las constantes lluvias. Por otro lado, nuestro acompañante nos comenta que hace aproximadamente un año que “los chanchos están sueltos porque ellos mismos rompieron los corrales que estaban demasiado inestables, por lo tanto, permanecen afuera. Cosa que causa muchos problemas porque dañan el césped y llenan de inmundicias el zoológico”.
¿El rey de la selva?
Llegamos a una de las jaulas que más atención despierta a los visitantes. Allí visualizamos a cinco leonas y un león macho. “Lo ideal sería que en esta jaula haya un buen espacio de tierra para estos animales”, nos dice nuestro guía. La mugre y el asfalto se enseñorea de este lugar donde a simple vista las jaulas no cuentan con una desinfección correspondiente.
Cualquiera que visite el zoológico puede dar fe de esta dura realidad que atraviesan nuestros animales. Por allí nos comentan que “jamás hay un descuido en la alimentación”, sumado a ello, se resalta el denodado trabajo que realizan los veterinarios, pero el semblante de algunos animales, no parece indicar esta aseveración. Muchos de ellos aparentan estar muy descuidados y delgados.
Desde el día de nuestra visita, pasó una semana de la última lluvia caída y se avista el barro aún vigente en una de las jaulas del tigre bengala. “Te imaginarás que cuando llueve esto se convierte en una laguna”, nos explica nuestro guía. Continúan las consultas, y desde el interior del zoológico nos indican que las palomas causan un grave problema. “Entran a las jaulas de la aves y consumen la mayoría de la comida porque en su mayoría son jaulas descubiertas”.
A pesar de contar con una gran riqueza animal, la mayoría de las áreas visitadas muestran mucho abandono. “Yo pienso que cuando construyen jaulas las hacen sin pensar, porque sus espacios no tienen la mínima comodidad”. Seguramente, nuestro zoológico intenta ser un lugar destinado a la instrucción mediante giras educativas que realizan muchos establecimientos escolares, a fin de instruir sobre nuestra fauna nativa y extranjera. A la par de estos sucesos, nos llegan comentarios del aporte desinteresado que realizan jóvenes voluntarios para alimentar y cambiarles el agua a los animales, una de las tantas variantes que ocurren todos los años en este triste zoológico.
Dignidad para la vida animal
Los monos beben de un pequeño lago que a simple vista está contaminado. “Supuestamente el agua se renueva”, nos contestan. Lo cierto es que en dicho lago reside una gran cantidad de tortugas acuáticas, con aguas turbias, sucias y casi estáticas, de tal forma que no se puede apreciar el contenido.
Muy atentamente observamos a un carancho que se escapó de su jaula y merodea la zona. Una chancha que deambula por los pasillos del zoológico con sus crías y comen maíz, sumado a los desperdicios que arroja la gente. El año pasado, el mandril “Lucho”, fue operado de unos tumores en la boca, y según nos indican, aparentemente una nueva inflamación le volvió a brotar. El famoso chimpancé “Monti”, un viejo personaje del zoo, tiene alrededor de 50 años y sigue siendo el preferido de la gente. Su hogar es poco más que lamentable y avergüenza leer lo que reza un cartel auspiciada por una importante bebida de cola: “El mejor amigo del hombre”. La verdad es que con ese tipo de amigos ¿que queda para los enemigos?, podría reflexionar cualquiera.
Al final del recorrido, la última jaula es del tapir, que por cierto también se encuentra bastante deteriorada. Los alambres se fueron soltando y se observan orificios de un tamaño considerable, lo suficiente como para que el animal se escape. Nos horroriza su estado, y preocupados consultamos sobre la peligrosidad del animal y la posibilidad de su fuga. “Hasta ahora nunca hizo por salir, no creemos que sea peligroso tampoco”, nos contestan desde el zoológico.
A pesar de la suciedad que se acumula en las jaulas y el triste espectáculo de los viejos leones, para el público visitante, el zoológico municipal de Santiago nunca pierde su atracción. Las condiciones de precariedad y descuido casi general de este parque animal nos obliga a conjeturar: ¿tendrán los empleados de nuestro zoológico alguna capacitación o experiencia previa vinculada al mundo animal?
Es indudable que un lugar de estas características jamás podrá reemplazar el hábitat natural de los animales. Sobre ello, nuestra compañía agrega su parte: “Lógicamente no va a ser nunca como el hábitat natural, pero si al menos este lugar podría hacer más llevadera sus vidas”.
En resumidas cuentas, el zoológico municipal San Francisco de Asís es una tarea que las autoridades municipales deben rever con suma urgencia. Una pesada herencia que la anterior gestión no supo contemplar como agenda de trabajo. Con sólo observar las mismas instalaciones (que no poseen el suficiente tamaño para el cautiverio de los mismos), hasta estudiar la posibilidad de donar todos los animales de este zoológico, y refuncionalizar dicho espacio para otros fines, para no sentir más vergüenza ajena del humillante trato que reciben estas especies.
1 comentario:
Que verdeara vergüenza con el zoo de Santiago del Estero... pero nadie es capaz de hacer nada y mucho menos las organizaciones con las facultades para protestar en contra de esta desidia!!!!
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