viernes, 12 de noviembre de 2010

Aunque adoren a los animales, igual usan chaquetas de cuero y piel

El psicólogo estadounidense Hal Herzog afirma en su libro que la inconsistencia es la norma cuando se trata de nuestra relación con otras especies.

Escrito por Andrea Manuschevich

A Hal Herzog no le gusta que los animales sufran. Pero, al igual que la mayoría de los seres humanos, come carne y usa zapatos de cuero, aunque aclara que a la hora de elegir su comida opta, en lo posible, por la que sea “libre de crueldad”.

Según este profesor de Psicología de la Universidad de Carolina del Oeste (EE.UU.) es inevitable ser inconsistente en lo que a nuestra relación con otras especies se refiere.

En el libro que acaba de publicar, “A algunos los amamos, a algunos los odiamos, a algunos los comemos: Por qué es tan difícil pensar de manera coherente sobre los animales”, responde diversas interrogantes, como por ejemplo por qué está bien comer cerdo, pero asar en la parrilla al perro de la casa es casi un crimen.

Cosa de costumbres
Según el autor, ser completamente consistente frente a los animales es imposible y por lo mismo, intentar mantener un punto de vista coherente frente a ellos hace sentir a una buena parte de la gente miserable, como por ejemplo a algunos activistas.

“En lo que se refiere a comida, depende mucho de la cultura. En países donde los perros son considerados amigos y miembros de la familia, comerlos equivale a canibalismo”, explica Herzog.

Y así como no comemos animales que amamos, tampoco a los que odiamos. Tal como añade el experto, que ha pasado 20 años de su vida estudiando la relación entre las personas y el reino animal, probablemente no nos alimentamos de ratas porque tendemos a asociarlas con suciedad y enfermedades.

“Por lo general, a las personas les gustan los animales de ojos grandes que les recuerdan a niños y estos tienden a ser mamíferos”, asegura Herzog, aunque advierte que no siempre tiene que ver con la apariencia, ya que también influyen las costumbres y tendencias.

Durante su investigación, el académico compartió con galleros, entrenadores de circo, visitó granjas industriales, laboratorios de investigación y a aquellos que velan por los derechos de los animales, entre otros.

“Mientras escribía me di cuenta de que para la mayoría de las personas la inconsistencia es la regla, cuando se trata de sus relaciones con animales”, dice el autor.

“Las decisiones morales de la gente están influenciadas por una compleja mezcla de los instintos, las prácticas culturales y las peculiaridades de la condición humana”, agrega Herzog.

Asegura que estas decisiones son controladas por un lado por la lógica y por otro por las emociones, por lo que las paradojas son inevitables.

Fuente: El Mercurio

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